Lo que pasa en los aeropuertos

Equipaje de mano

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Por Juan Pablo Meneses

“Usted tiene algo que no puede llevar en el equipaje de mano”, me dijo el tipo de los rayos X, en el aeropuerto de París. Faltaban pocos minutos para el despegue y dentro de mi mochila –estaba seguro– no llevaba ni cuchillos, ni pistolas, ni tijeras, ni un disparador de gas pimienta. Pero ahí estaba el tipo, mirándome con cara de reparo, mientras ponía mis monedas en una bandeja antes de cruzar el detector de metales.

En nombre de la seguridad, cada día aumenta el número y el tipo de objetos con los que no podemos subir a bordo de un avión. He visto mujeres pedir de rodillas por la salvación de sus cremas, y tipos despedirse de la cortaplumas de su abuelo con sincera nostalgia.

‘Usted lleva una botella de vino’, me dijo el tipo, y le dije que sí, que claro, que obvio, si dicen que el vino francés es tan bueno. Entonces, serio, me dijo: “Ya no se pueden pasar vinos”.

La situación era disparatada. A dos metros de ahí, cruzando el detector de metales, podía ver cientos de botellas de vino a la venta en el duty free parisino. Y no sólo eso, dentro del propio avión ofrecen vino en botella de vidrio junto a la comida. Pero no había argumento posible. Esa es la nueva orden, el dictamen. Y las alternativas para solucionarlo, pocas: regalarle el vino al tipo de los rayos X, tomármelo a un costado, o devolverme y despacharlo.

Siempre he sido un defensor del equipaje de mano. En su nombre bauticé mi primer libro y me sigo emocionando –a veces más, otras menos– cada vez que se escucha por los parlantes del avión a la azafata o el piloto diciendo, “por favor, guarden bien su equipaje de mano”. Sin embargo, sería ingenuo no reconocer que el concepto está viviendo una crisis.

¿Será necesario explicar todo el tiempo que con bloqueador solar no se puede hacer una bomba? ¿Es posible que te requisen el encendedor, en aeropuertos que adentro tienen sala de fumadores? ¿Habrá llegado la hora de quejarse en serio?

Salí del aeropuerto Charles de Gaulle a toda prisa, como si salvar la botella de vino fuera un acto heroico. Y, en cierta manera, lo era. Claro que no era cosa de llegar y despacharla: ahora sólo se puede despechar una botella si tiene una caja súper especial, que vende la compañía. Compré la caja, casi tan costosa como el vino, me despedí de la botella y sin un segundo que perder volví disparado a embarcar.

‘Ahora sí’, dijo el tipo de los rayos X, mientras veía pasar por la pantalla un equipaje de mano casi vacío.

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2 respuestas a Lo que pasa en los aeropuertos

  1. Viajera dijo:

    Muy de acuerdo con lo escrito por Juan Pablo Meneses. El equipaje de mano atraviesa una crisis, mayor que la económica.

    Hace tan solo unos meses me disponía a viajar con mi novio y mi hija hacia Medellín, y en la sala de revisión del aeropuerto nos quitaron una loción nueva y un gel para desinfectar las manos, por considerarse material peligroso.

    Claro, es que no se me ocurrió que con un gel desinfectante y una loción me convierto en un peligro para el avión y sus ocupantes. ¡Cómo no me di cuenta!

    Debemos estar atentos a las nuevas políticas de viaje, pues en el futuro podría ser potencialmente peligroso llevar niños menores de 2 años en cabina y me toque mandar a mi hija al almacén.

    • Ese es solo un ejemplo de todo lo que puede causar la paranoia en el mundo moderno. Y lo peor es que muchos pasajeros inocentes no sabemos algunas de estas prohibiciones y nos cojen «con los pantalones abajo». La aerolíneas deberían también tener muy presente esto y recordarle a quienes compran un boleto de avión este tipo de restricciones. Lo que si me llama la atención es que una vez uno pasa los cordones de seguridad se encuentra con lujosas tiendas que te ofrecen las mejores marcas de perfumes. Debe ser que tendrán alguna sustancia libre de «combinaciones explosivas».

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